Poema Entristecido

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Hoy Día

Ya no sufro por tu voz violenta,
ni me hieren tus desdenes ni tus dardos.

Ya no siento en el ensueño de la noche
como rudas pedradas tus palabras.

Tus palabras que en un tiempo fueron redes
en el fondo de las cuales debatíase mi alma deslumbrada
pez cautivo
flor noctambula
lentamente por tus dedos destrozada.

Ya no tengo el corazón abierto
como roja corola desgarrada
ya no siento ese temblor helado
que de los pies a la cabeza me subía como un rayo
y adentro de mis venas
en eléctricos cuchillos se trizaba.

Ya no tengo la garganta traspasada
por espinas, por espadas
por agujas que se hundían en la carne
y en el alma se quedaban.

Ya no siento esas angustias,
por tus sabias ausencias meditadas
y no ruedo a los abismos
ni me doy a los derrumbes
a que el gesto indiferente de tus labios me empujaba.

Ya no tengo en las ojeras
ese eterno manantial de lágrima escarchada
y no queman tus violencias
como trozos de brasa iluminada.

Ya no importa la distancia,
ni el silencio,
ni tu voz,
ni tu recuerdo.

Si una vez fuiste campana
que invadía de tañidos melodiosos
hasta el último rincón del universo,
si una vez fuiste milagro
que cubría de jacintos deshojados
y de estrellas los caminos...

Mira, hoy día,
ni eres eco,
ni eres pétalo, ni cristal, ni incendio,
ni siquiera eres la sombra de la hoja
que en el árbol se columpia.

Y si quieres que lo diga de una vez
y con tus propias palabras despiadadas,
mira, hoy día,

Ya no importas y no dueles nada.
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